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2352 A mi hermanita
Lm 19/08/17, 13:47

Aunque sé que nunca leerás esto, lo siento... de verdad, perdóname. Intenté un infierno, seguir adelante, arreglar mi vida, que me importe una mierda.
Perdóname cielo, por todas las mentiras que te he dicho por años. Nunca dejé de pensar en matarme, nunca descarté todas mis navajas, aiempre guardaba algunas con la intención de volver a usarlas.
Dos veces fueron las que lo intenté y, ambas veces fallé, más por miedo al final pensando en qué sería de ti, en qué podría pasarte, con el pensamiento amargo de que quieras seguir mis pasos.
Y es que, qué clase de hermana mayor puede ser alguien tan repulsiva e insignificante cómo yo, no soy ejemplo de nada, estoy rota, sucia y sin camino.
Siempre te di todo mi consentimiento, nunca pude devirte que no en tus caprichos, pero otras veces tuve que ser dura por tu seguridad. Otras debía apartarte de mi, no era seguro estar cerca tuyo.
Nunca llegaste a saber la verdad conmigo, a pesar de ser hermanas totalmente sanguineas...
Desde pequeñas, a mi me forzaron a estudiar más que el resto, debía ser la mejor. Todavía recuerdo mis lágrimas cuando destrozaban mis ojas y dibujos si no estaban bien prolijos.
Mamá y papá, trabajaban tanto que con suerte los veía una o dos veces a la semana. Seguro no lo recuerdas, aún eras muy pequeña. Pero cuando podíamos verlos, ellos sólo tendían un billete sobre la mesa y se iban cada uno a lo suyo, pidiendo que ya no molestáramos.
Nuestras dos hermanas mayores, guardaban (y sé que aún guardan) resentimiemtos hacia nosotras. Nunca dejé que te afectatan directamente. No te culpo de nada, pero necesito que sepas el por qué de que hago esto... La mayoría del tiempo, por no decir siempre, desviaba su ira hacia mi, eras muy chica para afrontarlas. Recibí de ambas la carga de golpes y mal tratos tuya y mía, y no conforme con eso, iban con la historia a mamá y papá, quienes volvían a golpearme hasta que mi cabeza entera doliera y ya no pudiera estar en pie.
La llegada del abuelo a la casa para mi fue una luz, un padre y una madre, un amigo que nunca tuve, un hermano y conpañero de juegos. Alguien que me escuchaba y abrazaba para cantarme si me sentía triste.
El tiempo pasaba, pero la violenvia verbal seguía, otra vez sólo para mi. Al manos, tu infancia estaba bien, crecias jugando y nada te faltaba, además de mamá y papá como a mi. Aunque seamos honestos, siempre te tuvieron más aprecio por ser la menor de todas. Te envidiaba, pero no por eso iba a dejar de quererte. En cambio, ellas, siempre me hicieron dudar.
El abuelo me enseño muchas cosas, tantas que algunas debo hscer mucha fuerza para recordarlas. Como pelar una manzana sin romper la cáscara, cómo saber si va llover por el viento, a cocinar y prepar algunos postres. Unas de las tantisimas cosas que compartimos.
Todo fue bien, hasta la mudanza. Hasta el día que nos separaron del abuelo otra vez. Que volvieron a enterrarme.
La exigencia de antes se volvió más pesada, los golpes más frecuentes, en el nuevo colegio me molestaban, y mamá no quería creerme, ya que el muy maldito era un colegio católico.
A mis diez años, experimente el odio hacia una figura inexistente, los maestros me humillaban, mis compañeros me insultaban, muchos recreos sola, caminando al rededor del pateo. A veces, encontraba un chico en mis condiciones pero por miedo a que sea peor sus mal tratos, preferían estar solos.
Sola. Así estaba. Fue en una de esas tantas caminatas que vi un pajarito muerto, y pensé, "y si fuera así de fácil? Querría estar muerta". Tal vez no hubiera estado 100% segura de lo que estaba diciendo, a ese momento veía la muerte como dormir y ver el mundo desde una ventana.
Dos años pasaron en esas condiciones, el abuelo volvió y quisiera decir que todo se solucionó, pero no fue así... una de las mayores se escapó con un sujeto que hoy en día la golpea, que irónico. Todo se puso más pesado y exigente, pero el abuelo podía sacarnos una sonrisa incluso cuando el día estaba completamente gris, ahí estaba él con una sonrisa y los brazos abiertos.
Pero, aprendí de muchas malas maneras que todo tiene un fin. El maldito cancer se llevó lo que más amé en mi vida, en 20 días pasé de abrazar a mi abuelito, para pasar a llorarlo en un jodido cajón de madera.
A mis catorse años, sentí el vacío en mi interior, esrar hueca, de vuelta sola y esta vez para siempre.
Un amigo de la familia, me ayudó, me dio guarda, apoyo y cariño. Tu debes saber quién. Volví a reír un poco más, encontré un hermano mayor alguien a quien acudir en mi soledad.
Pero allí aprendí que todo tiene un precio.
No sé si la diferencia de edad de 5 años o yo fui malditamente inocente.
Me violó, dos veces en mi propia casa, en la cama de nuestros padres.
Debí ser más inteligente, ningún chico de 19 años se acerca a una mocosa de catorse para ser su amigo, ni le sugiere ver una pelicula en la habitación más apartada.
Nunca dije nada, ni a mis pocos amigos, ni a mi propia psicóloga. Siempre creí que fue mi culpa, él me lo repetía así. "Para qué, te pones esos pantaloncitos cortos. Mira lo que tengo que hacer". Palabras que nunca voy a olvidar, se repiten como eco. Nunca volví a usar pantalones cortos por más calor que haga.
Pasaron años, y otras cosas pasaban, me volví retraida. Ahora en la secundaria, volvía la tortura, me gritaba emo, anorexica, la llorona, que me suicidara.
Los gritos en casa se ponían peor, yo era la culpable de todo según ellos, todos por un motivo diferente. Aunque hiciera todo lo que pidieran nunca era suficiente y siempre estaba mal. Terminé estallando un día, golpeé a tres de mis compañeras y uno de mis compañeros. Amé la sensación de lastimarlos, todavía sonrio al recortadar la sensación de romper los dientes de la perfecta señorita del salón contra el inodoro de ese sucio colegio. Gozé arrancar las tranzas rubias de otras de ellas. Con la tercera aprendí a ensestar los mejores puñetazos. Y a él, lo dejé para lo último, a ese asqueroso chico, para mi tan parecido a mi verdugo principal, pisotee sus pelotas hasta que lloró suplicando, pero seguí quería que siguiera llorando, sufriendo que vea lo insignificante que era.
Pero, era él el insignificante o lo era yo? Me veía a mi misma reflejada en la cara de esos chicos?
No lo sé, sólo sé de los golpes que me esperaron al llegar a casa.
Más tiempo pasó, perdí dos años de colegio luego de esa escena. Terminé el colegio a la noche, nunca creí llegar a ahí. Hasta me dio la esperanza de seguir viviendo.
Ya había pasado dos intentos de suicidio, tu llegaste a uno de ellos. El corte de venas, falló gracias a ti. Supiste hacer un buen torniquete, te hubiera felicitado sino fuera porque me estaba desmayando.
Anteriormente, la sobredosis de pastillas y morfina no funcionó, la señora de la limpieza sospechaba de algo y así como lo sospechó, pasó. Llamando justo a emergencias cuando me encontró en el piso ddl baño.
Otro tiempo pasó, ahora tengo 21 y tu a punto de cumplir tus 18, has crecido tanto, te pusiste tan bonita. Eres mi orgullo hermanita. Te amo tanto. Pero lo siento, ya no puedo seguir con mi vida ya no quiero seguir sufriendo.
Sabes mamá, es una persona inteligente para muchas cosas, perl tan tonta para otras. Mis migrañas no dejan de molestar por horas enteras. El paracetamol puede combatirlas.
Mamá me entregó un frasco de 20 pastillas, tengo otra guardada del frasco anterior. Por lo que serán 21, una por cada año de esa pútrida vida. Más un diclofenac, no quiero sentir los cólicos que traerá. Más un clonazepam, quiero estar dormida al momento que mi hígado falle.
Ella me contó que no debo tomar más de cuatro pastillas al día, podría ser tóxico, con quince de ellas es suficiente para producir un gran daño. Así que 21 sería una dosis letal.
Es perfecto, no habrá dolor, ni manchas de sangre, ni tiempo para remediar el daño gracias al alcohol en sangre que voy a tener para esa altura. Ya no joderan mi muerte.
Como quisiera abrazarte y despedirme como lo hacía csda vez que tengo que irme a estudiar. Decirte nos veremos más tarde, portate bien. Pero no, ya no. Ya no voy a volver, voy a pasar por una puerta sin retorno. Te amo, quiero lo mejor pars tu vida y eso, no soy yo.
Espero que algún día puedas perdonarme.
De aquí me despido, quedan muchas cosas sin contar, pero que no lo valen, ya todo da igual...
Algún día, ta vez, nos volvamos a ver.
Te deseo lo mejor. Loli.


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